Hace ya un año que esta pizarra se mostró en mi camino. Así, de repente, alguien la plantó allí en medio de la acera por la que yo transitaba. Fue apenas unos días después de volver de vacaciones. Alrededor de quince después de que por cuestiones azarosas del destino me dijesen que “no” a alquilar un local que se aparecía ante mis ojos como el ideal para abrir allí las puertas de mi “Shala”, un espacio para acompañar a las personas en el desarrollo de la armonía y el bienestar. Dos años después de comenzar a caminar con paso firme hacia la consecución de este objetivo. Me lo encontré mientras paseaba algo entristecida porque mi proyecto aún no podía ser. Pero de pronto este cartel me devolvió una amplia sonrisa y me hizo reflexionar sobre lo sabio que el Universo es, sobre su potestad.
Pese a todo lo que cada uno haga por alcanzar su objetivo, es él quien tiene la última palabra y quien decide cuando y como mientras uno se encamina hacia el qué. Y ese “cuando y ese como” no son más que el tempo que nuestra armonía, nuestro equilibrio esencial requieren desde lo más profundo. Pues pese a que aparentemente lo que la “mente quiere” es lo mismo que “el corazón siente”, hay que estar habil para deshacer el engañoso juego del ego.
Es necesario para ello bucear en las profundidades de la mente aquietada para que emerja dicho sentir, y no solo eso, sino también permitirnos sincerarnos, escucharlo y aceptarlo tal cual es sin juzgarlo ni esconderlo. Cuando miro hacia atrás y observo todo lo que ha transcurrido en este año, la de personas maravillosas y maestros que he conocido, la de experiencias fabulosas que he vivido, la de aprendizajes que he adquirido, la de cosas que he sanado y transformado… Vuelvo a valorar la grandeza del Universo y su sabiduría. Efectivamente, cuando el alumno está preparado entonces aparece el maestro, ese maestro interior que habita dentro de cada cual, ni antes, ni después, en el momento exacto. Uno pide lo que quiere y el Universo le da lo que necesita, aquello que va en armonía con su esencia, aquello que le ayuda a alcanzar la “totalidad” y no otra cosa, ni más allá de lo que necesita para mantener ese equilibrio ni más acá como para quedarse corto. De pronto, todo alrededor comienza a moverse, a suceder y a encajar como por arte de magia. Se generan alrededor un sin fin de movimientos, de causalidades, de conexiones y sincronicidades… Y así se ha revelado el lugar donde ahora sí, se abrirán las puertas de mi centro “TAI Shala”, -espacio para aprender Tecnicas de armonización integral de cuerpo, mente y espiritu inspiradas en el Yoga, la Ayurveda, el Shiatsu… mediante la consciencia corporal, la meditación, la nutrición…- Habiendo podido disponer de tiempo para disfrutar de cada paso del camino, cuidando de cada detalle. Lista para emprender un viaje que comencé a preparar hace mucho tiempo.
Vuelvo a la ciudad que me vio nacer y que tantos momentos de armonía me ha provisto paseando por las orillas del río. Esta de la que me fui de bien jovencita para aprender, crecer, desarrollarme, enamorarme… y a la que regreso con el alma llena. Esta de la que me fui huyendo del frío y vuelvo saturada del calor. Esta de la que tanto he echado de menos su verde, sus espacios, sus gentes, mi gente… Preparada y abierta para compartir, disfrutar y aprender desde otro lugar lo que ahora me toque en esta parte del camino. Quiero daros las gracias a todos aquellos que habéis formado parte de esta magnifica aventura, por ser los mejores compañeros de viaje que podía tener. Gracias de todo corazón.
Podeis seguir todas las actividades del centro bien aqui, en el Facebook de TAI Shala, en mi web o visitandome en Fuentecillas 104-Burgos a partir del 8 de enero. Me encantará volver a encontrarnos. Seguimos en viaje! Namaste.
P.D. He vuelto a pasar cientos de veces por el mismo lugar y no he vuelto a ver ese cartel con una frase escrita.